viernes, noviembre 22, 2024

Repasamos algunas de las secuelas menos necesarias en la historia del cine, en medio de la era de las continuaciones tardías, reboots y remakes.

El “las segundas partes nunca fueron buenas” no siempre se cumple, pero algo de razón tiene (esta frase tan hecha) cuando miramos los títulos de esta lista. Podríamos agregar a esta ecuación las terceras, las cuartas y una infinita sucesión de entregas cinematográficas que no hacen más que repetir fórmulas para intentar reproducir algún éxito pasado, pero nos quedamos con estas secuelas que, viéndolas a la distancia, podemos asegurar –sin temor a equivocarnos– que no eran “necesarias”.

Bajos Instintos 2 (Basic Instinct 2, 2006)

La película de Paul Verhoeven, protagonizada por Sharon Stone y Michael Douglas, dejó su sensual huella en el cine de los noventa: todo un ícono del thriller detectivesco con un toquecito erótico. La cruzada de piernas de la actriz quedará en los anales, pero también esta desdichada continuación, innecesaria y poseedora de una trama que da miedo. 

La secuela marca el retorno de la novelista Catherine Tramell (Stone) a las andadas quien, una vez más, se ve involucrada en varios problemas con la ley, esta vez en Londres, donde Scotland Yard decide evaluarla de cerca y le asigna la tarea al doctor Michael Glass (David Morrissey), otra víctima de sus influjos. 

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Secuelas Bajos Intintos
MGM

El Golpe II (The Sting II, 1983)

¿Secuela? ¿Remake? ¿Reboot? Según su director, Jeremy Kagan, la película está inspirada en la original y expande su historia, en vez de continuarla; los personajes principales están basados en dos famosos estafadores de la vida real y, supuestamente, son muy diferentes a los encarnados por Robert Redford y Paul Newman. 

Pero, a pesar de no ser una secuela directa, mantiene una variedad de elementos en común que pueden confundir al espectador: el regreso de tres de sus personajes principales, una femme fatal metida en el medio de la jugarreta y un nuevo engaño que tiene como último fin la venganza, aunque esta vez cambian las carreras por el boxeo.  

Máxima Velocidad 2 (Speed 2: Cruise Control, 1997)

Que probabilidades existen de quedar atrapado, por segunda vez, en una situación que involucra a un loquito “pone bombas”. Ok, no contemos a John McClane pero, sin dudas, Annie (Sandra Bullock) tiene una habilidad especial para meterse en medio de este tipo de problemas: una chica con muy mala suerte para el amor y los viajes por mar y tierra. 

El director Jan de Bont intenta repetir el suceso de la vertiginosa Máxima Velocidad (Speed, 1994), pero no se da cuenta de que los cruceros de lujo no tienen el mismo atractivo que las autopistas de Los Ángeles… al igual que Jason Patric. Al ver el resultado final, entendemos por qué Keanu Reeves le dijo que no a esta secuela. 

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Secuelas Tonto y Retonto
Universal Pictures

Tonto, Tontos y Retontos (Dumb and Dumberer: When Harry Met Lloyd, 2003)

Cuando se trata de Tonto y Retonto (Dumb & Dumber, 1994), las aguas se dividen. A la película protagonizada por Jim Carrey y Jeff Daniels se la ama o se la odia, pero no se puede negar su aporte al género cómico de la década del noventa. Con la cinta de Troy Miller –que inaugura la moda de las precuelas en el cine y nos transporta a los años ochenta para mostrarnos el primer encuentro entre Harry y Lloyd durante su paso por la secundaria–, el veredicto es unánime: apesta. 

Dos actores que nadie conoce, un montón de estudiantes inadaptados y un director que les va a hacer la vida imposible forman parte de esta historia que toma como base los personajes creados por Peter y Bobby Farrelly, pero no logra arrancarnos ni media sonrisa. 

Muchacho lobo 2 (Teen Wolf Too, 1987)

Michael J. Fox fue el ídolo juvenil por excelencia de la década del ochenta, pero cuando no quiso regresar para la continuación de Muchacho Lobo (Teen Wolf, 1985), los realizadores intentaron repetir el éxito contando, esta vez, la historia de su primo Todd –un jovencísimo Jason Bateman–, universitario que debe lidiar con esta aparente ‘maldición’ familiar. 

Todd es un desastre para los deportes, pero cuando descubre sus nuevas habilidades licantrópicas se vuelve todo un as, el chico más popular del campus y un ganador entre las chicas. Claro que hay moraleja, eso de que “un gran poder conlleva una gran responsabilidad” y que, al final, solo importa lo que uno es en esencia.  

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Jefa de redacción. Nolaniana incurable. DC me da y me quita.