Faltan días nada más para el estreno de la segunda temporada de House of the Dragon, y nos preparamos de la mejor forma.
“Cada vez que nace un Targaryen, los dioses lanzan una moneda al aire y el mundo entero contiene la respiración para ver de qué lado cae”.
Estas palabras no salieron de la boca de un enemigo o un detractor de la Casa del Dragón, sino de la experiencia del rey Jaehaerys II Targaryen, padre de Aerys II –el Rey Loco– y abuelo de nuestra querida Daenerys. La demencia de la antigua dinastía valyria es tan conocida como su grandeza: gobernantes de Westeros por casi 300 años, hasta que la llamada ‘Rebelión de Robert’ puso fin a su reinado… y estirpe.
Lo que pasó en los Siete Reinos, desde entonces, quedó bien documentado en Canción de Hielo y Fuego (A Song of Ice and Fire): la saga literaria –aún inconclusa– creada por George R. R. Martin y su exitosa adaptación televisiva, una de las series más premiadas en la historia de la pantalla chica. Juego de Tronos (Game of Thrones, 2011-2019) no sólo es uno de los grandes hits de HBO, es uno de los innegables responsables de la popularidad y masividad de la épica-fantástica, hoy estandarte de las grandes apuestas en las diferentes plataformas de streaming, en busca de su propio GoT.
El viaje de Game of Thrones llegó a su fin en 2019 con la (polémica) octava temporada, pero el canal premium no iba a dejar escapar tan fácilmente a su gallina dragón de los huevos de oro. El rico universo ideado por Martin podía –y debía– seguir siendo explorado, y antes de enterrar al muerto ya se barajaban cinco sucesoras diferentes, todas ambientadas mucho antes de los acontecimientos narrados en la serie insignia.
Tras la cancelación de Bloodmoon y otros proyectos que quedaron por el camino, los productores se decidieron por La Casa del Dragón (House of the Dragon), un relato bélico y generacional situado en el seno del poderoso linaje Targaryen.
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“Locura y grandeza no son más que dos caras de la misma moneda”
El lema de la Casa Targaryen –‘Fuego y sangre’– no deja mucho a la imaginación, pero hasta sus detractores más acérrimos admiten que hay algo hipnótico acerca de estos platinados descendientes de los supremos señores del antiguo Feudo Franco de Valyria. Ni hablar del atractivo de sus feroces criaturas aladas o cómo escaparon de la maldición para terminar conquistando seis de los siete reinos de Poniente. Esta historia plagada de leyendas, endogamia y un poco de locura hereditaria estrena su segunda temporada y nos acerca a una de las contiendas bélicas más cruentas de la saga.
“Es poderosa, visceral, oscura, es como una tragedia shakesperiana. No existe una Arya, ese personaje que a todos les va a encantar. Acá, todos son defectuosos, todos son humanos. Hacen cosas buenas y hacen cosas malas. Están motivados por el ansia de poder, los celos, las viejas heridas, al igual que los seres humanos”, comentaba Martin –cocreador y productor ejecutivo de la serie– cuando estrenó la primera entrega en 2022 y, desde entonces, poco y nada cambió (más bien, se exacerbó) en este drama épico que cambia la enemistad entre casas por la rivalidad entre parientes; una pelea por el trono que deviene en una guerra civil conocida en los libros de historia Westeros como la Danza de los Dragones.
A diferencia de todas esos spin offs que fueron encarpetados, House of the Dragon tiene su punto de partida en Fuego y Sangre (Fire & Blood), novela publicada en 2018 que se mete de lleno con la dinastía Targaryen, desde la conquista de Aegon I hasta el reinado de Aegon III y las consecuencias del enfrentamiento entre hermanastros.
La historia, ambientada 200 años antes de los acontecimientos de GoT, en una época en apariencia más pacífica, encuentra su punto de quiebre cuando el rey Viserys I (Paddy Considine) nombra como sucesora a su primogénita, la princesa Rhaenyra (Milly Alcock/Emma D’Arcy): una jovencita decidida, inteligente y un poco terca, jinete de dragones que espera convertirse en la primera monarca de los Siete Reinos. ¿Su único obstáculo? Haber nacido mujer.
Sería incorrecto reducir el conflicto de esta historia a la lucha entre hermana y hermanastro –el príncipe Aegon Targaryen (Tom Glynn-Carney), primer hijo de Viserys I y Alicent Hightower– por el trono. En cambio, la verdadera esencia de la serie reside en el antagonismo entre dos mujeres, que pasan de ser grandes amigas de la infancia a rivales políticas que ponen en jaque cada rincón de Poniente. Rhaenyra por un lado y Alicent (Emily Carey/Olivia Cooke) por el otro: hija de Ser Otto Hightower (Rhys Ifans) –la Mano del Rey–, criada en la Fortaleza Roja, cerca del monarca y su círculo más íntimo.
La disrupción en el reino las encuentra en extremos opuestos del espectro ideológico, una perspectiva más contemporánea para un relato que todavía sigue anclado en la violencia sexual inseparable del medioevo que inspira el universo fantástico de Martin. Las similitudes y diferencias entre estas dos protagonistas son el factor determinante de la trama, pero no hay que olvidar las manipulaciones y jugadas maquiavélicas de los hombres que las rodean, “que prefieren destruirse a sí mismos antes que ver a una mujer sentada en el trono”, como asegura el director Miguel Sapochnik.
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¿Dónde nos quedamos?
La segunda temporada de La Casa del Dragón arranca exactamente donde nos dejó (spoiler alert si no están al día): con Rhaenys en Rocadragón recibiendo la noticia de la trágica muerte de Lucerys; la gota que termina por rebalsar el vaso y arrastra a Westeros al borde de una sangrienta guerra civil entre el Consejo Verde y el Consejo Negro, en defensa de sus respectivos monarcas y su reclamo por el Trono de Hierro.
“Lo único que puede derrumbar a la Casa del Dragón es la casa misma”, decía el sabio Jaehaerys. Una afirmación que va a empezar a materializarse con esta nueva entrega, esta vez de ocho episodios, que arranca el próximo domingo 16 de junio con ‘A Son for a Son’, dirigido por Alan Taylor, un habitué de Game of Thrones.
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