Laberinto, el clásico indiscutible de Jim Henson celebra su aniversario número 38, y lo celebramos recorriendo su historia.
A pesar de su naturaleza oscura, en comparación a otras aventuras infantiles de la época, El Cristal Encantado (The Dark Crystal, 1982) logró convencer a gran parte de la crítica y a un pequeño sector del público que, unos años más tarde, la convirtió en un clásico de culto. Su realizador, Jim Henson –el papá de los Muppets y todo un adelantado a su tiempo dentro del mundo del entretenimiento–, siguió insistiendo con sus ideas y su estilo irreverente, y volvió a unir fuerzas con el ilustrador y artista conceptual Brian Froud, quien le sugirió que su próximo proyecto debería estar plagado de duendes.
Froud imaginó “a un bebé rodeado de estas criaturas” –inspirado por la noción popular de que secuestran pequeñines–, y esta imponente imagen visual se convirtió en el punto de partida de Laberinto (Labyrinth, 1986): un clásico indiscutible de la fantasía ochentosa, que el 10 de julio de 1986 llegaba a las salas de cine de Argentina.
“Queríamos hacer una película más ligera, con un tono más cómico, ya que El Cristal Encantado terminó siendo más oscura de lo que nos propusimos. Quería hacer un film de personajes con mucha más personalidad e interacción entre ellos”, aseguraba Henson por aquel entonces.
El guion
Terry Jones, más conocido por formar parte de la troupe de Monty Python, fue el encargado de escribir el primer borrador allá por 1984, tomando como puntapié e inspiración los diseños de Froud. A pesar de que Jones figura como único guionista del proyecto, la historia que llegó a la pantalla terminó siendo una colaboración conjunta que incluyó aportes de Henson, George Lucas (productor de la película), Laura Phillips, Dennis Lee y Elaine May. Y al final, la visión de Jones quedó bastante diluida:
“No sentí que fuera algo mío. Siempre sentí que había caído entre dos historias; Jim quería que fuera una cosa y yo quería que fuera algo más. Mi versión del guion era sobre el mundo y sobre la gente que está más interesada en manipularlo”.
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En principio, Jareth iba a estar representado por una de las tantas marionetas, pero con el tiempo, Henson se dio cuenta de que quería a una estrella carismática para representar al Rey de los Duendes (Goblin King), más precisamente a un músico:
“Quería poner a estos dos personajes de carne y hueso en medio de todas estas criaturas artificiales, y David Bowie encarna una cierta madurez, con su sexualidad, su aspecto inquietante y todo ese tipo de cosas que caracterizan al mundo adulto”.
Cuando surgió el nombre de Bowie como posible candidato para interpretar a Jareth, la historia empezó a tomar otros giros y Henson no iba a desaprovechar la oportunidad de que el Duque Blanco cantara y apareciera a lo largo del film, algo de lo que Jones estaba totalmente en desacuerdo.
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La magia de Laberinto está en sus personajes
Bowie recibió el manuscrito con las modificaciones ya hechas, pero declinó la oferta por la falta de humor de la historia. Apenas unos meses antes de comenzar la producción, May se encargó de humanizar a los personajes y complacer las demandas del director que acabaron por convencer al músico, con el tiempo justo para iniciar el rodaje en estudios y locaciones del Reino Unido.
“Siempre quise involucrarme en el aspecto creativo-musical de una película que pudiera atraer a chicos de todas las edades y al resto también; y debo admitir que Jim me dio completa libertad. El guion era divertido, un poquito perverso, pero sin ser malévolo o sangriento; tenía muchísimo más corazón que otras películas plagadas de efectos especiales”, confesaba el gran David años después, acerca de esta experiencia cinematográfica para la que, además, compuso cinco canciones.
Para que la historia fuera más comercial, se decidió que la protagonista fuera una adolescente contemporánea en los Estados Unidos. Según Henson, la idea central era que “asumiera la responsabilidad sobre esta pequeña vida, una de las realizaciones más claras que experimenta una jovencita”. Así fue como Jennifer Connelly, con apenas 14 años, se convirtió en Sarah, ya que podía resumir ese “amanecer-crepúsculo entre la infancia y la feminidad”.
Henson se volvió a rodear de sus colaboradores más frecuentes, entre ellos Frank Oz y Dave Goelz, para darles vida a la infinidad de criaturas, marionetas y animatronics que aparecen en pantalla; más de un año de trabajo intenso para crear este universo fantástico que hizo agua en la taquilla al momento de su estreno, pero se convirtió en un clásico familiar que ha enamorado a generación tras generación a lo largo de 38 años de pura magia.
¿De qué se trata?
Para los despistados, Sarah es una adolecente soñadora y bastante egoísta, amante de los cuentos de hadas y las historias románticas, pero poco predispuesta a quedarse en casa cuidando a su pequeño hermanastro, mientras papá y mamá se toman la noche libre. Accidentalmente –y no tanto–, desea que los duendes hagan desaparecer al bebé Toby para no tener que seguir aguantando su llanto.
Sus ruegos son escuchados por las criaturas y por Jareth, el Rey de los Goblins, que decide secuestrar al nene, obligando a la jovencita culposa a introducirse en un mundo fantástico para llegar hasta su castillo y rescatarlo. Sarah tendrá trece horas para sortear un complicado laberinto repleto de peligros y extrañas criaturas, que muchas veces querrán ayudarla en esta travesía, y otras tantas harán lo que sea para que no pueda cumplir su misión a tiempo y evitar que Toby se convierta en un duende.
Algunos datos curiosos
– Los trucos con las bolas de cristal son cortesía del coreógrafo Michael Moschen, siempre agachado detrás de David Bowie.
– El búho de los títulos es el primer animal fotorealístico realizado por computadora para una película.
– 48 títeres diferentes, 52 titiriteros y ocho actores disfrazados de duendes aparecen durante la escena de Dance Magic.
– Para la escena de “te damos una mano” se utilizaron más de cien pares de miembros realizados en latex.
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