La tendencia de la autoficción no es nueva, pero se viene acrecentando con los años, sobre todo en la temporada de premios. Muchos estrenos recientes de la pantalla grande se alimentan de las experiencias tempranas de sus realizadores, de su amor por el séptimo arte y cómo las películas los ayudaron a transitar algunos de sus momentos más oscuros. ¿De dónde viene esta necesidad de revisitar el pasado y abrazar la nostalgia cinematográfica?
Cada caso, sin dudas, es distinto; aunque esta conjunción nos dio algunas de las mejores cintas de los últimos tiempos. Steven Spielberg describió a Los Fabelman (The Fabelmans, 2022) como “una carta de amor al cine”, pero esta coming of age con aires de autobiografía también explora los miedos del cineasta en su juventud, cuando tuvo que asimilar el divorcio de sus padres y la disolución de su familia.
¿Qué impulsa a un realizador a contar su propia historia? Muchos dirán que hay algo de egolatría involucrada (al fin y al cabo esto es Hollywood), pero en la mayoría de los casos pesa más la catarsis; la necesidad de hacer un viaje al pasado para exorcizar las experiencias, muchas veces dolorosas, sin dejar de lado la añoranza y alguna que otra fantasía gestada en la imaginación de sus jóvenes protagonistas. Sí, la inocente mirada infantil/juvenil tiene un rol esencial en estas fábulas que obligan a sus adultos creadores a lidiar con todos sus fantasmas.
A Spielberg le tomó veinte años darle forma a esta historia familiar, refrenado ante la posibilidad de herir los sentimientos de sus padres con las ficcionales recreaciones de la pantalla. Obviamente, los miedos nunca abandonaron al pequeño Sammy/Steven, quien no hace mucho reveló que sus progenitores le habían insistido para que hiciera una película sobre sus vidas, incluso antes de su fallecimiento. Así, Los Fabelman se sumó a una larga lista de relatos multipremiados muy similares en su concepto, como Belfast (2021) de Kenneth Branagh, Minari (2020) de Lee Isaac Chung, Roma (2018) de Alfonso Cuarón o Lady Bird: Vuela a Casa (Lady Bird, 2017) de Greta Gerwig.
La “autoficción”, como bautizó Pedro Almodóvar a su maravillosa Dolor y Gloria (2019), también dice presente en las animadas Apolo 10 1/2: Una Infancia Espacial (Apollo 10 1/2: A Space Age Adventure, 2022) y Persépolis (Persepolis, 2017); en Fue la Mano de Dios (È stata la mano di Dio, 2021) y en clásicos como Los 400 Golpes (Les quatre cents coups, 1959) de François Truffaut y Amarcord (1973) de Federico Fellini. No todos, pero en muchos de estos relatos personales el cine es una constante: una vía de escape para los protagonistas, alter egos de los realizadores que vieron sus vidas marcadas por esos hipnóticos 24 cuadros por segundo, la luz, el color, la música y los sonidos, al punto de convertir este ‘pasatiempo’ en un verdadero oficio.
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Autoficción: la historia dentro de la historia
¿Qué directores sintieron la necesidad de ambientar sus películas en ese momento “mágico” de la infancia y adolescencia? No todas las historias son dramáticas, no todas son un recuento fehaciente de la realidad, pero muchas destilan esa nostalgia de un tiempo pasado muy particular que marcó a sus realizadores y no podemos dejar de recomendarlas.
Mike Mills: 20th Century Women (2016) está inspirada en sus hermanas y su mamá. En las propias palabras del realizador, es una “carta de amor a las mujeres que lo criaron” y lo ayudaron a descubrir su vida como un hombre blanco heterosexual.
Greta Gerwig: Lady Bird: Vuela a Casa (Lady Bird, 2017) está descrita como una obra semiautobiográfica, pero Gerwig aseguró, más de una vez, que “nada en la película sucedió literalmente, pero tiene un núcleo de verdad que resuena con lo que sé”.
Alfonso Cuarón: Roma (2018) es una ficcionalización de la infancia de Cuarón en Colonia Roma, un distrito de Ciudad de México. Está inspirada en Liboria ‘Libo’ Rodríguez, la niñera que lo cuidó de chiquito y todavía sigue siendo una parte fundamental de su familia.
Jonah Hill: El debut de Hill como director es una coming of age inspirada en su infancia a mediados de la década del noventa. En los 90 (Mid90s, 2018) está repleta de temas musicales y referencias cinematográficas favoritas del actor devenido en realizador.
James Gray: Armageddon Time (2022) está basada en las experiencias del director, criado en Queens, Nueva York. Cuando su hermano Ed Gray vio la película, realmente le encantó y sintió que era extremadamente fiel a sus recuerdos.
Richard Linklater: Apolo 10½: Una Infancia Espacial (Apollo 10½: A Space Age Adventure, 2022) nos pasea por la niñez del realizador en Houston (Texas), durante la nostálgica década del sesenta, justo a tiempo para despertar todas sus fantasías al momento del primer alunizaje.
Pedro Almodóvar: “Dolor y Gloria habla de la creación, cinematográfica y teatral, y de la dificultad de separar esa creación de la propia vida”, decía el realizador español sobre esta gran obra centrada en un director de cine en su ocaso.
Lee Isaac Chung: Minari (2020) nos traslada a una granja de Arkansas en la década del ochenta, donde una familia de migrantes surcoreanos persigue el sueño americano. Chung partió de sus recuerdos de la infancia: “Todo comenzó cuando dejé de admirar y empecé a recordar”.
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