Se cumplen 15 años desde el estreno de Batman: El Caballero de la Noche, y hablamos de su influencia y el legado que dejó.
“Christopher Nolan arruinó las películas de superhéroes”. ¿Cuántas veces leímos o escuchamos esta frase un tanto random sin detenernos a pensar su verdadero significado?
Primero, entremos en contexto: el nuevo milenio trajo vientos de cambio para los justicieros en spandex. Atrás habían quedado la exitosa visión gótica de Tim Burton, los desmanes homoeróticos de Joel Schumacher y varias historias fallidas; mientras otras tantas luchaban por abandonar el nicho para alcanzar a un público más masivo y variado.
Bryan Singer –aunque nos duela admitirlo– dio el primer paso con la franquicia mutante, seguido de cerca por Sam Raimi y el mega suceso de su Spidey. Un Hulk por aquí, un Blade por allá… y el género empezó a cobrar fuerza en la mente de los espectadores, y en la de los ejecutivos de los estudios, ahora más abiertos a probar suerte con este tipo de aventuras.
Así fue como Christopher Nolan encontró las condiciones ideales para plantear su particularísima visión del Hombre Murciélago y Ciudad Gótica: una versión más oscura, ‘realista’ y compleja desde la moral de sus héroes y villanos.
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Esto es lo que tenía para ofrecer el realizador recién legado del cine independiente que, de esta manera, daba el salto definitivo hacia el blockbuster hollywoodense de la mano de uno de los personajes más venerados de la cultura pop, y cuyo fandom parecía dispuesto a aceptar los cambios después del bochornoso ataque de los pezones asesinos (de franquicias). Batman Inicia (Batman Begins, 2005) no rompió ningún récord de taquilla, pero demostró que se podían proyectar historias más ‘maduras’ y mantenerse dentro de los confines del entretenimiento pochoclero.
Las claves del éxito de Nolan, tal vez, residen en este primer acercamiento al mundo comiquero a través de una lente y un género totalmente diferente: el thriller neo noir que acompañó los inicios de su filmografía… y un poquito más allá.
“Sí, [Batman] es un superhéroe, pero está fundado en ideas de culpa, miedo y todos estos fuertes impulsos que guían al personaje. Bruce Wayne no tiene superpoderes aparte de una riqueza extraordinaria. Solo es alguien que hace muchas flexiones de brazos. En ese sentido, es muy identificable y humano, y creo que es lo que más me llamó la atención”, reflexionó el director, a casi 20 años de esa primera incursión.
La secuela nunca fue parte de sus planes iniciales, más allá de que Christian Bale estaba comprometido para protagonizar tres entregas. Pero con la inclusión de Jonathan Nolan para dar una manito con el guion y una historia bastante prometedora, Batman: El Caballero de la Noche (The Dark Knight, 2008) empezó a tomar forma en la cabecita del realizador:
“No habíamos planeado hacer una continuación, así que cambiar de género y la naturaleza del antagonista se sintieron la manera correcta de llevar al público por este viaje y contarles algo diferente sobre Bruce Wayne”.
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Entonces, el enfoque (narrativo y visual) tenía que ser radicalmente distinto para que el impacto sea aún mayor. De entrada, Nolan alteró la paleta de colores –el azul cobalto del anochecer se volvió la norma–, abandonó la comodidad del estudio para salir a filmar por las calles de Chicago y sumó un par de antagonistas capaces de poner en jaque la moral del justiciero.
“Para mí, cada película (de la trilogía) pertenece a un género diferente, y tiende a estar definida por el villano”.
Mientras que Batman Inicia es una historia de origen hecha y derecha con un adversario más que apropiado: Henri Ducard (Liam Neeson), el mentor devenido en adversario; con la continuación, el cineasta decidió alejarse un poco más del escenario comiquero con la ayuda e inspiración de uno de sus tantos ídolos:
“El Caballero Oscuro siempre fue un drama criminal moldeado al estilo de Michael Mann donde el Joker es un terrorista, un agente del caos desatado”.
No es ningún secreto que Fuego contra Fuego (Heat, 1995) es una de las razones principales por las que Nolan y su equipo convirtieron a la ciudad de los vientos en su patio de juegos cinematográfico. Como bien lo explica:
“Con la segunda película, estaba determinado a llevar el rodaje en locaciones, incluso, más allá. El mundo real está construido a una escala que nunca se puede reproducir en el estudio, y quería esa escala para ampliar el alcance de la secuela”.
A diferencia de la ‘cosmopolita’ Batman Inicia, TDK se concentra en los límites de Gotham y la ardua tarea de sus caballeros para evitar que siga cayendo en la criminalidad, la corrupción y el caos. El Murciélago nunca se molestó por querer salvar al mundo, mucho menos al universo. En cambio, convirtió a la ciudad que lo vio nacer en su cruzada, una relación que se define (y lo define) a lo largo de toda la trilogía nolaniana.
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Una vez establecido el rumbo para la nueva entrega, el marketing precoz, un ‘prólogo’ palo y palo y la introducción del villano de turno hicieron su magia para que El Caballero de la Noche se convirtiera en una de las películas más anticipadas de aquel año.
Cuando en diciembre de 2007, Soy Leyenda (I Am Legend) aterrizó en las salas IMAX, los espectadores selectos tuvieron una muestra gratis de lo que se avecinaba: los rascacielos de Gotham. El acercamiento vertiginoso hasta una ventana que estalla. Dos hombres en la azotea y una extraña figura que espera impasible dándole la espalda a la cámara.
En menos de cinco minutos de metraje, Nolan sacude el género superheroico arrancando con un robo bancario en gloriosos 65 milímetros y la anarquía desbordada de ‘una mejor clase de criminal’ convencido de que “lo que no te mata, te hace más extraño”. El resto, como dicen, es historia, una que sumó tragedia y mito tras la muerte de Heath Ledger en enero de 2008, apenas unos meses antes del estreno del film.
Aquellos fans que habían puesto el grito en el cielo el día que se anunció el casting de Ledger como el nuevo payaso del crimen, ahora atiborraban las salas y glorificaban una actuación que superaba con creces la de Jack Nicholson, su punto más cercano de comparación. Pero en retrospectiva, el apabullante éxito de esta secuela (rompió más de 28 récords de taquilla en sus primeras semanas) se debe a una conjunción más elaborada, que incluye una parafernalia visual que reniega del CGI, elogios de todos los colores, su tono más serio y melancólico, la ambigüedad moral de sus protagonistas, algún que otro comentario sociopolítico y, claro, un villano que alcanzó el mote de ‘icónico’ de la noche a la mañana.
MISIÓN: IMPOSIBLE Y LA EVOLUCIÓN DEL GÉNERO DE ESPIONAJE
De repente, El Caballero de la Noche empezó a cargar con el peso de “la mejor película de superhéroes”, algo que todavía –para algunos– sigue en discusión. Lo innegable del caso es que el realizador y su equipo dejaron la vara demasiado alta en cuanto al género (justamente porque excedieron sus límites) y un estilo que muchos quisieron imitar –con mayor o menor éxito–, sin darse cuenta de que no todas las historias encajan en la solemnidad y oscuridad que plantea el Batman de Nolan y su contexto.
A principios de la década pasada daba la sensación de que a partir de este punto, para triunfar, todo (los blockbusters) tenía que ser lúgubre, sesudo y serio. Así imaginó Raimi la frustrada cuarta entrega de Spider-Man; así encaró Marc Webb su fallida aproximación al arácnido de Marvel o Zack Snyder, cuando no le atinó del todo al tono de El Hombre de Acero (Man of Steel, 2013)… o al resto de las películas de DC que tuvo a su cargo.
Y sí, la culpa es de Christopher Nolan porque durante muchísimo tiempo no pudimos evitar las comparaciones (y lo seguimos haciendo 15 años después), y el cine de superhéroes se empecinó demasiado en copiar ese ‘modelo’, en vez de buscar su propia identidad, según venga al caso. Hasta la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood tuvo que alterar sus normas –y abrir esas cabezas– para que estas aventuras comiqueras puedan codearse con sus dramas de época e historias basadas en hechos reales. Los justicieros de spandex ahora eran cosa ‘seria’ y ya no un mero entretenimiento veraniego para un target determinado que solo explota taquillas y vende muñequitos a raudales.
MISIÓN: IMPOSIBLE Y SUS ESCENAS MÁS MEMORABLES
Podemos decir que Nolan tiró la piedra, escondió la mano y se fue a jugar a los soldaditos y las aventuras espaciales, olvidándose por completo (bah, no tanto) de este monstruo cinematográfico que había creado. Por suerte, a lo largo de estos primeros quince años, el peso de TDK se fue aligerando, gracias a que el género y sus abanderados fueron encontrando el equilibrio, otras fórmulas y visiones diferentes que lo enriquecieron y expandieron. Hoy, hay de todo y para todos los gustos, pero ¿cómo quedó posicionada en la historia la ‘mejor película de superhéroes’?
Una década y media después, seguimos alabando/renegando de Batman: El Caballero de la Noche casi como el primer día, aunque con más sabiduría y un contexto más amplio. Con cada nuevo lanzamiento la ponemos de ejemplo como lo bueno y lo malo, la posicionamos al tope de las listas, la incluimos en cada discusión… Una clara señal de que el murciélago de Nolan es un punto de referencia obligado.
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