“La pandemia creó una oportunidad para que las plataformas de streaming elevasen sus suscripciones a niveles récord y también vendiesen a algunos de mis mejores amigos cineastas al dejar sus películas sin estreno en salas sin contemplaciones. Se les indemnizó y sus films fueron relegados súbitamente, en este caso, a HBO Max. Y entonces todo empezó a cambiar”. Con estas palabras, Steven Spielberg se convirtió en la última voz que se alza contra los nuevos modelos de distribución y los servicios on demand, una combinación que sigue atentando contra la ‘experiencia cinematográfica’.
El cine, como lo conocemos, ya venía enfrentando estas dificultades incluso antes de la llegada del COVID-19 y el cierre indefinido de las salas alrededor del mundo. Así, la cuarentena y el distanciamiento social se convirtieron en el mejor escenario para el ‘florecimiento’ de las plataformas, una de las tantas fuentes de entretenimiento casero. En este panorama tan incierto, los estudios de Hollywood sopesaron sus opciones en cuanto a sus estrenos, los que ya no llegarían a los cines en las fechas inicialmente programadas: muchos decidieron guardar sus ‘tanques’ para cuando mejoraran las cosas, otros trasformaron estas producciones en lanzamientos exclusivos de sus propias plataformas con el incentivo de atraer a una nueva clientela o las vendieron a otros servicios, que no dudaron en pagar (una buena suma) por estos contenidos que ya no iban a pasar por las salas.
Compañías como Universal achicaron las ventanas de proyección (el tiempo que una película permanece exclusivamente en salas antes de su estreno en formatos digitales) para alcanzar un punto medio y sacar ganancia de ambos modelos; pero Warner Bros. tomó una resolución mucho más drástica para sus lanzamientos de 2021: el estreno simultáneo en cines y HBO Max, al menos, en los Estados Unidos. Esta decisión enfureció a realizadores como Christopher Nolan, Denis Villeneuve y, por supuesto, a Spielberg, defensores acérrimos de esa experiencia cinematográfica que parecía desvanecerse para siempre.
Pero incluso en los peores momentos de la pandemia, en aquellos lugares donde los cines podían abrir sus puertas bajo estrictas normas de seguridad sanitaria (nunca se detectaron contagios en estas circunstancias), muchos acudieron para disfrutar de los pocos estrenos que llegaban, demostrando que el séptimo arte no estaba muerto como varios habían vaticinado. Con el arribo de las vacunas y el lento regreso a la ‘normalidad’, los estudios desempolvaron sus blockbusters y comprobaron que el público ansiaba esos momentos únicos ante la pantalla grande… Aunque el panorama para las películas más chicas seguía siendo muy diferente.
El éxito de Spider-Man: Sin Camino a Casa (Spider-Man: No Way Home, 2021) calmó la ansiedad de los ejecutivos y los distribuidores deseosos por recuperar las inversiones estancadas de los últimos años. De esta manera, las franquicias y los superhéroes atestaron los complejos cinematográficos, relegando a esa parte de la audiencia en busca de otro tipo de películas: las de mediano presupuesto, las más chicas, las independientes, las ‘historias para adultos’. Estas son las que siguen en peligro y –como si se trataran de “productos directo a DVD” o ante las perspectiva de no recuperar su dinero– se rematan al mejor postor on demand como si no fueran dignas de ese trato preferencial que tienen los justicieros con trajes de colores llamativos.
Este es el cambio negativo al que alude nuestro querido Steven. Y entiende que vale la pena salir a defender este arte en todas sus formas, aunque las palabras sean un poco fuertes. El suceso de Todo en Todas Partes al Mismo Tiempo (Everything Everywhere All at Once, 2022) y Elvis (2022) dejó en claro que hay lugar para este tipo de producciones en el corazón cinéfilo de la gente, solo hace falta el compromiso de los estudios, un poco más dispuestos a producirlas y luego promocionarlas como se lo merecen.
La realidad cinematográfica post-pandemia todavía presenta sus desafíos y no alcanzó esos números ideales previos al virus, pero sigue demostrando que el modelo híbrido de WB –o la exclusividad de Disney+ para productos como Hocus Pocus 2 (2022)– fue un verdadero error que hoy retumba en los cambios organizativos de la compañía e impulsa la responsabilidad de los estudios para concentrarse en otros proyectos más allá de sus franquicias exitosas. Esta no es la primera ‘crisis’ que atraviesa la pantalla grande. Deberá adaptarse para seguir sobreviviendo, pero nunca perderá su esencia. Por su parte, el streaming, que llegó al rescate durante la pandemia, atraviesa sus propias dificultades. La competitividad entre los servicios es cada vez más grande y diversa, y en esta guerra interna sobrevivirá el más fuerte o el que mejor se acomode a las necesidades de sus usuarios. Pero esta discusión la dejamos para otro momento.
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