Se cumplen 9 años desde el debut de Interestelar, de las películas más aclamadas de Christopher Nolan, y repasamos algunos datos curiosos.
En 2014, y tras ponerle punto final a la Trilogía del Caballero Oscuro (The Dark Knight Trilogy), Nolan se embarcó en su primera aventura espacial, según sus palabras, “para retornar a ese tipo de películas familiares con las que crecí, que solían llevarme a lugares que nunca había imaginado”. Clásicos como La Guerra de las Galaxias (Star Wars, 1977), Encuentros Cercanos del Tercer Tipo (Close Encounters of the Third Kind, 1977) o historias más complejas como Blade Runner (1982) o 2001: Odisea del Espacio (2001: A Space Odyssey, 1968) son parte de la inspiración para Interestelar (Interstellar, 2014), la manera que encontró el realizador para conectar con la “la universalidad de la experiencia humana”.
Nolan plantea un futuro no muy lejano, bastante adverso y desafiante para los humanos y el planeta Tierra. La solución está más allá de esta galaxia, y un grupo de intrépidos aventureros tendrá que adentrarse en los confines del espacio para tratar de encontrarla. La película –basada en las hipótesis científicas de Kip Thorne, contemporáneo y amigo de Stephen Hawking– se acerca a la ciencia ficción como solo su director sabe hacerlo: por el lado del hiperrealismo, una trama que esconde varios giros argumentales y un arsenal de efectos especiales que entrecruzan lo artístico con el espectáculo.
Una verdadera experiencia cinéfila llena de tensión, críticas al consumismo, culpas parentales y viajes a través de agujeros de gusano. Interestelar cumple nueve años desde su estreno a nivel mundial y lo celebramos con algunos de sus datos más curiosos.
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El origen
Los primeros vestigios de Interestelar surgieron en el año 2006, cuando el renombrado físico teórico Kip Thorne quiso llevar sus propias hipótesis a la gran pantalla, específicamente, como las ‘grietas’ espacio-temporales (conocidas como agujeros de gusano) pueden utilizarse para viajar a través del universo. La premisa llamó la atención de la productora Lynda Obst –responsable de Contacto (Contact, 1997), el drama de Robert Zemeckis basado en la novela homónima de Carl Sagan–, fascinada con las teorías sobre las ondas de gravedad.
Su intención era convertirla en un futuro proyecto para Steven Spielberg, y le encargó al mismísimo Jonathan Nolan (hermano de Chris) la escritura del primer borrador.
La producción siguió su curso, Spielberg decidió rechazarlo por falta de tiempo y Nolan lo convirtió en su próximo estreno, tomando como base el trabajo de su hermano e incorporando esas ideas que estuvieron germinando en su cabeza desde su más tierna infancia.
El resultado final terminó alejadísimo de la visión original de Thorne (productor ejecutivo de la película), pero fue un gran consultor, y lo sigue siendo para el realizador, que decidió homenajearlo con Kipp, uno de los robotitos de esta historia.
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En nombre del hijo
En el guión original de Jonathan, escrito en 2007 y mucho antes de convertirse en padre, el personaje de Murph era un nene; uno de los primeros detalles que decidió cambiar Chris cuando se hizo cargo del proyecto. La reescritura estuvo inspirada en su hija Flora, de once años por aquel entonces, y en la sensación angustiante que sentía cada vez que se iba de casa para filmar una película:
“Convertí al personaje en ‘hija’ porque Flora tenía la edad de Murph al momento de la realización. Y a medida que mis hijos crecían, tenía el deseo de aferrarme al pasado. Te ponés bastante melancólico por lo rápido que pasa. Todos los padres hablan al respecto, todos los padres lo experimentan”.
No por nada el working title de Interstellar es ‘Flora’s Letter’ (la carta de Flora), una historia ‘feminista’ y una más que optimista carta de amor para sus cuatro hijos.
“Me relacioné mucho con el dilema de alguien que tiene que irse y dejar a sus hijos, con los que realmente quiere estar, pero también quiere hacer su trabajo. Mi trabajo es algo que me encanta. Me considero increíblemente afortunado al poder hacerlo, pero hay mucha culpa involucrada, mucha culpa”, confesó el director.
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La música como punto de partida para Interestelar
Podemos decir, sin temor a equivocarnos que, sin Hans Zimmer, Interestelar no sería lo que es… o posiblemente no sería. A Nolan le gusta trabajar en sus bandas sonoras desde el día uno y a lo largo de toda la producción, y en este caso, el aporte del compositor fue fundamental, ya que la melodía llegó antes de que Chris se decidiera a hacer la película. ¿Cómo? Antes de arrancar cualquier guion, Nolan tiene la costumbre de delinear un párrafo, una página a lo sumo, sobre la historia en cuestión. Un ‘ayuda memoria’ que le recuerda “lo que la película necesita, como el panorama general, qué es lo que estoy tratando de hacer”, según sus propias palabras.
Ese pedacito de papel, escrito en la máquina de escribir que su papá le regaló para su vigésimo cumpleaños, fue la única pista que llegó hasta Zimmer. “Tenés un día”, le dio como lapso de tiempo el director para escribir una pieza musical basada en lo plasmado en esa página, la que se convertiría en la “semilla a partir de la cual crecería la banda sonora de la película”. Al día siguiente, el músico recibió un sobre con el papel mecanografiado, el pequeño resumen de una historia sobre un padre y su hijo, que Hans relacionó inmediatamente con una conversación que él, Chris y Emma Thomas (productora y compañera de la vida de Nolan) habían tenido en Londres varios años atrás. Era víspera de Navidad, acababan de cenar en un restaurante de Piccadilly Circus y estaba nevando. Ya era de madrugada, las calles estaban desiertas y ellos estaban, más o menos, varados. Hablaban de sus hijos y Zimmer aseguró:
“Una vez que tus hijos nacen, ya nunca podés volver a mirarte con tus propios ojos; siempre te mirás a vos mismo a través de sus ojos”.
Zimmer no sabía de qué se trataba el argumento de Interestelar o cual sería el género, pero escribió una pieza de cuatro minutos para piano y cuerdas, inspirada en los sentimientos de lo que significaba ser padre. Al día siguiente, a última hora del día, Chris estaba en su estudio ansioso por escucharla. Hans la tocó para él, tratando de esquivar su mirada, pero cuando terminó se dio cuenta de que Nolan estaba profundamente conmovido: “Supongo que ahora voy a tener que hacer la película”, dijo el director como toda respuesta.
Esa pieza de cuatro minutos, tan personal para Zimmer, se convirtió en Day One, tema central de la película, la fábula en el corazón de la historia. “Una historia de fantasmas”, como dice Nolan: “Esa idea del padre como el fantasma del futuro de su hijo”, lo que estaba escrito en ese pedazo de papel.
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Un agujero negro demasiado real
Más allá de la ciencia ficción (o ficción especulativa) y algunas teorías imposibles, los trabajos de Thorne jugaron un papel fundamental en la producción, sobre todo en el modelo de agujero negro (Gargantúa) que el equipo de efectos visuales diseñó para el film. El resultado final fue tan espectacular y matemático que, desde entonces, muchos científicos lo utilizaron como ejemplo, incluido el mismísimo Stephen Hawking.
“Interstellar presentó la primera descripción razonablemente precisa de un agujero negro en una película. Tanto el nuestro como el de Jean-Pierre Luminet están impulsados por las matemáticas de Einstein”, dijo Paul Franklin, ganador del Oscar por los efectos especiales de la cinta. Cuando el 10 de abril de 2019 el consorcio internacional del Telescopio del Horizonte de Sucesos (EHT) presentó la primera imagen de la esfera de fotones de un agujero negro supermasivo ubicado en el centro de la galaxia M87, la similitud con Gargantúa dejó a más de uno con la boca abierta.
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Un paisaje que habla por sí mismo
Nolan quería un paisaje muy específico para la granja de Cooper: una casa rodeada de maizales y montañas; algo prácticamente imposible (e inexistente), ya que las condiciones climáticas de Alberta, Canadá (donde se filmó gran parte de la película), no permiten que los cultivos se desarrollen. Un ‘vientito’ no iba a detener al director, que seguía soñando con ese escenario idílico, a pesar del apocalipsis que atraviesa el planeta Tierra. Y justamente, esa visión pictórica refuerza el hecho de que sea tan doloroso tener que abandonar tanta belleza.
A pesar de los inconvenientes, la persecución en el maizal sí se pudo filmar en Alberta. La producción plantó varias hectáreas de su propio maíz, y más allá de las advertencias de que “ahí no va a crecer nada”, el cultivo fue todo un éxito. Tanto así que recuperaron la inversión sacando rédito de la cosecha al final del rodaje.
La casa, creación del diseñador de producción Nathan Crowley, se construyó especialmente para la película, inspirada en la pintura Christina’s World (1948) de Andrew Wyeth. Dato aparte: entre los libros de la biblioteca de Murph aparece Qué Fue de los Mulvaneys (We were the Mulvaneys, 1996) de Joyce Carol Oates, cuyas primeras ediciones utilizaron Christina’s World como imagen de tapa.
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