¿Qué es mejor, la inmediatez o mantener el suspenso semana tras semana? Uno de los grandes cambios en los hábitos de consumo que introdujo el streaming –o, al menos, algunas plataformas– es la posibilidad de devorar nuestras series favoritas de un solo bocado… o maratón de fin de semana. Esta oportunidad de ver más de un episodio de corrido tiene sus beneficios y sus desventajas, sobre todo en la manera en la que nos relacionamos con esos productos audiovisuales.
¿Cuál es la diferencia? ¿Qué tiene esto de relevante? Netflix es uno de esos tantos servicios on demand que estrena sus temporadas completas, propiciando el binge watching tan propio de esta era televisiva. Para no quedarse afuera de la conversación ni comerse un spoiler en redes sociales, engullimos capítulo tras capítulo, muchas veces, sin darle tiempo a nuestro cerebro para asimilar cada imagen y diálogo. Lo importante es estar al día y poder aportar nuestro punto de vista cuando se dé la charla obligada en la oficina.
Desde que el streaming se instaló como nuevo fenómeno televisivo, muchas plataformas adoptaron esta metodología de estrenos para contentar a sus usuarios; pero otras tantas se abstuvieron, conservando el clásico ritmo semanal de lanzamiento al que la pantalla chica nos tiene tan acostumbrados. ¿La tercera alternativa? Después de una “probadita” de dos o tres episodios cargados en simultaneo se viene la espera y ese desarrollo narrativo que se extiende a lo largo de varias semanas y meses.
No hay una opción mejor que la otra, solo alternativas diferentes. Aunque hay motivos muy claros para aquellos realizadores y/o compañías que prefieren mantener al espectador en vilo. Primero, la conversación no se acaba después del fin de semana de estreno o, en su defecto, hasta que llega el próximo lanzamiento. El hype, el suspenso y el cliffhunger juegan un rol fundamental en la conexión que se establece entre el espectador, los personajes y sus circunstancias.
La forma en la que consumimos también se refleja en la forma en que se desarrollan y trazan cada una de estas historias, al punto de que muchas de las temporadas o miniseries ya no parecen productos de la TV, sino piezas cinematográficas extendidas por demás y cortadas en segmentos de forma bastante aleatoria. Este acercamiento atenta directamente contra la narrativa y nuestra percepción… hasta puede influir en cuanto nos gustó (o no).
Claro que tampoco tenemos la obligación de maratonear, pero cómo evitar darle play al tentador botoncito de “próximo episodio”. Otro claro signo de nuestro tiempo, donde el ‘cuándo yo quiero’ y ‘cómo yo quiero’ consumir marcan los ritmos de producción, y los popes de las plataformas se concentran en satisfacer al consumidor y captar nuevos suscriptores, a veces, descuidando lo más importante: los productos que ponen a nuestro alcance.
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