martes, octubre 22, 2024

Celebramos el aniversario número 24 de una de las más memorables películas de Christopher Nolan, Memento.

“Para cuando llegamos a Minnesota no me quedaba nada para decir, así que pensé en contarle esta historia en la que estaba trabajando”. El relato en cuestión terminó siendo Memento Mori: un cuento corto de cinco páginas protagonizado por Earl, un hombre institucionalizado que no puede generar nuevos recuerdos a largo plazo, pero decide confiar en su propia y destartalada memoria para vengar la muerte de su esposa. ¿El autor de esta narración y de este primer textual? 

Un jovencito Jonathan Nolan, quien en el verano boreal de 1997 salió a la ruta junto a su hermano mayor, Chris, para ayudarlo en su mudanza definitiva hacia la costa oeste. La travesía entre Chicago y Los Ángeles terminó siendo más que productiva para estos dos cineastas en formación. El comienzo de una historia que, paradójicamente, arranca por el final.    

El 5 de septiembre del año 2000, Memento, Recuerdos de un Crimen (Memento, 2000) se presentaba por primera vez frente al público (y los críticos) en el 57° Festival de Cine de Venecia, antes de saltar a los festivales de Deauville y Toronto en menos de una semana, y de llegar a algunas salas de Europa a mediados del mes de octubre. 

El recorrido iniciado en la ‘Mostra’, con una ovación de cinco minutos, terminaría con dos nominaciones al Oscar en 2002 –Mejor Guion Original y Mejor Montaje–, la primera en la carrera de Christopher Nolan; por aquel entonces, el nuevo niño mimado de Hollywood. 

El thriller neo noir protagonizado por Guy Pearce, Carrie-Anne Moss y Joe Pantoliano ya era todo un éxito en el circuito festivalero cuando aterrizó en Sundance para enero de 2001. El rumor en las calles de Park City era que estábamos ante la ‘nueva’ Sexto Sentido (The Sixth Sense, 1999) o, en su defecto, Los Sospechosos de Siempre (The Usual Suspects, 1995): esa historia chiquita y oscura que juega con los giros argumentales, el narrador poco fiable y la percepción del espectador. 

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El camino inverso

Para Nolan, el recurso de la cronología inversa sigue siendo mucho más que un ‘truco’ narrativo. Es la manera cinematográfica más lógica que encontró para meternos en la cabeza de su desmemoriado protagonista, Leonard Shelby (Pearce), el antihéroe incapaz de generar nuevos recuerdos mientras busca cobrar venganza contra un tal “John G” o “James G”, el responsable de violar y asesinar a su esposa (Jorja Fox). 

Como ya había demostrado en su primer largometraje –el mega independiente Following (1999)–, la clara intención del realizador es subvertir las convenciones del género y dosificar (o mejor dicho, manipular) la forma en que el público recibe la información. En este caso, de la misma manera fragmentada que Lenny, quien debe apegarse a la rutina, el condicionamiento, sus extraños tatuajes y un montón de Polaroids con anotaciones… tan poco confiables como su memoria.   

“Trato de no ser demasiado manipulador o, por lo menos, intento no ser tan obvio al respecto”, todavía se defiende el guionista y director, quien cree firmemente en darle al espectador un poco más de libertad para la interpretación y el lugar para que sume su propio aporte en el proceso. “La cuestión es que mi opinión no es más valedera que la de cualquier otra persona”, aclara cada vez que le preguntan sobre el significado de sus desenlaces ambiguos, incluyendo un trompito que no para de girar o si Teddy (Pantoliano) estaba, o no, diciendo la verdad.   

Claro, nos olvidamos de especificar que Memento se guía por dos líneas temporales que se conectan en un punto, casi hacia el final del film. Una que va de atrás para adelante (a color y subjetiva), la cual nos obliga a repetir acciones y prestar atención para intentar recomponer este rompecabezas. 

La otra, que atraviesa el relato principal, respeta el orden cronológico –con el enfoque de una perspectiva más objetiva y el recurso del flashback en blanco y negro– y nos corre convenientemente del padecimiento de Leonard, para complementar la información que a éste se le escapa por las grietas de un conjunto de recuerdos alterados, consciente o inconscientemente.     

CHRISTOPHER NOLAN YA TIENE NUEVO PROYECTO

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A diferencia de la gran mayoría de los thrillers psicológicos o los policiales neo noir, Memento no oculta ‘el juicio final’, sino el cómo llegamos hasta ahí. Es más, se jacta de mostrarnos sus mecanismos en una primera y violenta escena filmada en reversa, dejando bien en claro que nuestra percepción se irá desdibujando como esa última (o primera) instantánea de la víctima. Como muchos guiones de Nolan, las ideas se entienden mejor cuando se materializan a través de la cámara y no tanto en el papel, por eso costó bastante encontrar una compañía productora (y distribuidora) dispuesta a realizar este salto fílmico de fe. 

El compromiso de Newmarket Films rindió sus frutos, y tiempo después Nolan gozaba de cuatro millones y medio de dólares para concretar su entrada definitiva a la industria cinematográfica. Los 25 días y medio de rodaje en las calles de una Los Ángeles genérica e irreconocible marcarían el ritmo de trabajo a futuro para este realizador, que terminó transformando la acotada inversión en un suceso de 40 millones en recaudación, y en una de las películas más ¿recordadas? 

Memento, Recuerdos de un Crimen encaja a la perfección en esa camada de celebrados exponentes del género que se dio desde mediados de la década del noventa hasta los primeros años del nuevo milenio. En ese contexto, Christopher Nolan logró echar mano de los tropos del noir –no olvidemos la voz en off, la narración en primera persona, la femme fatale de Moss– para darle vida a una nueva y trastocada criatura que, a 24 años de su estreno en los cines del Reino Unido, sigue poniendo a prueba nuestra capacidad de observación. 

Ahora, ¿dónde estábamos?

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Jefa de redacción. Nolaniana incurable. DC me da y me quita.