sábado, diciembre 21, 2024

Se acerca la época más maravillosa del año, y nos da la excusa para celebrar el aniversario de Milagro en la Calle 8, un clásico navideño.

La década del ochenta encontró a Steven Spielberg cosechando éxitos tanto como director como productor, en la gran pantalla y en la pequeña. En esta última categoría se enmarca Cuentos Asombrosos (Amazing Stories, 1985-1987), la serie antológica de aventuras fantásticas muy al estilo de La Dimensión Desconocida (The Twilight Zone, 1959-1964), aunque en tono de comedia para disfrutar en familia, que le dio la oportunidad de brillar a unos cuantos jóvenes realizadores.

Entre ellos se encuentra Brad Bird, conocido guionista y director de gemas como El Gigante de Hierro (The Iron Giant, 1999) y Los Increíbles (The Incredibles, 2004), que acá daba sus primeros pasos con la escritura de segmentos como The Main Attraction (1985) y  Family Dog (1987), que conseguiría su propia serie animada en el año 1993. Bird tenía una nueva idea para la serie –que fue cancelada después de dos temporadas–, pero a Spielberg le gustó tanto que decidió convertirla en largometraje cinematográfico. Así, Brad saltaba a la pantalla grande y volvía a hacer equipo con el director de The Main Attraction, Matthew Robbins, responsable de otro clásico ochentero de culto como El Verdugo de Dragones (Dragonslayer, 1981).

Milagro en la Calle 8 (*batteries not included, 1987) tiene todo el sello de su famoso productor, y esos elementos de la fantasía y la ciencia ficción que brillaron en las historias de los años ochenta. La película se inspira en otros éxitos de la época e, inclusive, toma prestada a la adulta pareja protagonista, Hume Cronyn y Jessica Tandy –matrimonio en la vida real que estuvo casado por más de cincuenta años–, que ya habían tenido un encuentro cercano con seres de otro mundo en Cocoon (1985) de Ron Howard.

Milagro en la Calle 8 Banner 2
Universal Pictures

UNA PRODUCCIÓN COMPLICADA

Más allá de su historia sci-fi, Milagro en la Calle 8 podría, tranquilamente, interpretarse como un western moderno: Lacey (Michael Greene) es el corrupto y codicioso empresario que utiliza a Carlos (Michael Carmine) y su pandilla para amedrentar a los propietarios y que estos abandonen el edificio; pero cuando los habitantes más lo necesitan, aparecen los platillos voladores que deciden ayudarlos a hacerle frente al villano. Tras ponerles fin a sus maquiavélicos planes, los salvadores del espacio se van de la misma forma que llegaron, al igual que John Wayne en los clásicos de John Ford. 

Si bien el rodaje comenzó en agosto de 1986, en la Gran Manzana, la importancia de los escenarios obligó a que la búsqueda de locaciones se iniciara casi un año antes. “Como la historia necesitaba un edificio solitario en medio de los escombros, tuvimos que encontrar un lote vacante con construcciones quemadas a su alrededor. Finalmente nos instalamos en un edificio real de la Calle 8, entre las Avenidas C y D, en el Lower East Side de Nueva York”, comentó el productor Ronald Schwary; pero la verdadera magia la logró el diseñador de producción Ted Haworth –quien tiene en su haber clásicos como Pacto Siniestro (Strangers on a Train, 1951) y Una Eva y Dos Adanes (Some Like It Hot, 1959)– quien, además, delineó una fachada de tres lados y cuatro pisos de altura, y supervisó su construcción en la extensión de toda una manzana. 

Para afianzar la autenticidad, Haworth mandó a cubrir todo el lote con más de cincuenta camiones cargados de escombros: “El resultado final era tan realista a los ojos de cualquiera que, una mañana, el Departamento de Saneamiento llegó y empezó a retirar la basura de utilería; varios clientes potenciales se pararon para comer en la cafetería de Riley; y un agente de negocios del sector de fontanería local de Nueva York nos visitó exigiendo saber por qué no se había expedido un permiso en el Ayuntamiento para la construcción”.

Más allá de los increíbles efectos visuales y las navecitas espaciales, cortesía de los magos de Industrial Light & Magic, Milagro en la Calle 8 también celebra la preservación histórica, y logró hacer mella en la conciencia pública general, tanto así que, de vez en cuando, forma parte del cronograma de festivales que se dedican a resaltar la importancia de esas edificaciones escondidas entre los modernos rascacielos de la ciudad estadounidense. El 18 de diciembre de 1987, la película de Matthew Robbins llegaba a los cines y, 37 años después, este clásico ‘navideño’ sigue conquistando a nuevas generaciones. 

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¿DE QUÉ SE TRATA?

Frank (Hume Cronyn) y Faye Riley (Jessica Tandy) son una parejita de ancianos que vive de viejos recuerdos y de los pocos clientes de su cafetería, ubicada en la planta baja de un destartalado edificio del East Village de Nueva York. El barrio está casi abandonado y siendo demolido para edificar modernos rascacielos, pero ellos y algunos inquilinos se resisten a abandonar su hogar a cambio de unos míseros dólares. La empresa constructora hará lo que sea para que desalojen la vivienda, incluyendo enviar a un patotero que destruye gran parte del lugar y aterroriza a sus ocupantes. Tras las amenazas, muchos sopesan la idea de mudarse, pero reciben una ayuda bastante inesperada: unos misteriosos y pequeñines platillos voladores, con vida propia, que se alimentan de energía y se reproducen a partir de la chatarra acumulada, que los auxiliaran para reparar los daños y, de paso, hacerles frente a los magnates inescrupulosos.  

Algunos datos curiosos

  • Las imágenes de Frank y Faye en los títulos son verdaderas fotografías de Cronyn y Tandy, matrimonio en la vida real. 
  • Algunos edificios que florecen alrededor del café Riley, al final de la película, pertenecen al World Trade Center.
  • El antiguo edificio de los Riley también fue utilizado en el musical Esta Rubia Vale un Millón (Bells Are Ringing, 1960).
  • Parte de la banda sonora se pueden oír en Cocoon 2 – El Regreso (Cocoon: The Return, 1988), también protagonizada por Cronyn y Tandy.

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Jefa de redacción. Nolaniana incurable. DC me da y me quita.