Hoy hubiera cumplido años la gran Milicent Patrick, y aprovechamos para recordar la gran marca que dejó en el mundo del cine como actriz, maquilladora y artista de efectos especiales.

¿Cuántos nombres femeninos quedaron enterrados en la historia por culpa de los egos masculinos? ¿Cientos? ¿Miles? Por suerte, siempre hay alguien que los rescata del olvido para celebrar todos sus logros. Es el caso de Milicent Patrick, cuya vida fue tan fantástica como sus creaciones.

Nacida como Mildred Elizabeth Fulvia di Rossien en 1915, a la edad de seis años se mudó con su familia a San Simeón (California) donde su papá, Camille Rossi, era el superintendente de construcción del Castillo Hearst. Así es, la pequeña Milie creció en la propiedad del excéntrico magnate William Randolph Hearst, como ella misma recordó tiempo después, entre “piscinas, pasteleros franceses, leopardos y leones como mascotas”. Para Patrick, Hearst era un hombre enorme y aterrador que organizaba lujosas fiestas con estrellas de cine, pero adoptó el nombre de su esposa, aunque con una sola ‘L’. 

Estando a la vuelta de Hollywood, no pudo evitar la tentación y probó suerte delante de las cámaras. Tuvo varios papeles secundarios poco memorables, pero sus verdaderas destrezas estaban en otro lugar. Milicent estudió en el Instituto de Arte Chouinard durante tres años, donde se centró en ilustración y dibujo. En 1939 empezó a trabajar en el departamento de pintura y tinta para mujeres de Walt Disney Studios, y un año después fue trasladada al departamento de animación y efectos, donde se convirtió en una de las primeras animadoras de la compañía. 

Su arte en pastel se puede ver en varias secuencias de Fantasía (Fantasia, 1940), además de la animación de Chernabog en Una Noche en el Monte Pelado (A Night on Bald Mountain). Tras Dumbo (1941) abandonó al tío Walt y se mudó a Universal Studios para diseñar maquillaje de efectos especiales. Su criatura más: el Gill Man de El Monstruo de la Laguna Negra (Creature from the Black Lagoon, 1954). 

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Cuenta la leyenda, que el departamento publicitario de Universal quería enviar a Patrick a una gira promocional del film, anunciada como ‘La bella que creó a la bestia’. Su jefe en el taller de monstruos, Bud Westmore, se opuso a la parte de “creó”; la rebautizó como ‘La bella que VIVE con la bestia’ y la paseó por todo el país, prohibiéndole atribuirse el mérito por diseñar a Gill. Westmore estaba tan celoso de la atención que recibía Milicent que, finalmente, la despidió. Ella regresó a Los Ángeles y nunca más volvió a trabajar detrás de escena en la meca del cine. 

El no tan bueno de Bud quiso borrar la labor de Patrick, negándole todo reconocimiento en los créditos, pero la autora (y fan) Mallory O’Meara encontró memorandos del estudio que avalan su participación como la primera diseñadora de monstruos. 

Milicent Patrick Rossi Trent se convirtió en una dama de sociedad, continuó dibujando retratos y falleció en 1998, a la edad de 82 años. En el fondo de la Laguna Negra, una criatura la sigue recordando.

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