La Star Wars Celebration nos dejó muchas preguntas sobre el futuro de la franquicia.
Cuando The Walt Disney Company compró Lucasfilm en octubre de 2012, las posibilidades para la franquicia intergaláctica creada por George Lucas en 1977 se abrieron de par en par. Las opciones a futuro parecían infinitas, a pesar del canon establecido y la desaparición del universo extendido más allá de las películas y las series animadas.
La nueva trilogía cinematográfica (episodios VII, VIII y IX) intentó unir pasado y presente, despedir a esos personajes tan queridos que forjaron la saga para, al mismo tiempo, darles espacio a una nueva generación de héroes que continuaran su legado, con resultados demasiado dispares; al igual que las historias antológicas: películas autoconclusivas ancladas al universo de Star Wars, siempre con su buena dosis de nostalgia.
El triunfo y fracaso de algunas de las cintas por encima de otras bien puede atribuirse a la realización (bah, el guion) de las mismas, pero también hay un gran problema detrás: la falta de novedad –es decir, originalidad– en esta galaxia muy, muy lejana, en apariencia, apenas habitadas por un escueto grupo de personajes conocidos.
El fandom (y sus eternos reclamos) tampoco ayudó a solidificar el ambicioso plan de Disney y Lucasfilm a futuro (el estreno de una película por año), un proyecto que encontró a su mejor aliado en la nueva plataforma de streaming del estudio.
Con mucho menos riesgo económico, la posibilidad de experimentación y el toqué justo de ‘rescate emotivo’, The Mandalorian se convirtió en el primer hit de Disney+ –y de la franquicia tras los “fracasos” de Han Solo: Una Historia de Star Wars (Solo: A Star Wars Story, 2018) y Star Wars: Episodio IX – El Ascenso de Skywalker (Star Wars: Episode IX – The Rise of Skywalker, 2019)–, dejando a todos los públicos contentos, gracias a la epopeya de Din Djarin (Pedro Pascal) y el pequeño Grogu: dos protagonistas reconocibles, pero desconocidos hasta el momento.
La fórmula funcionó… hasta que dejó de hacerlo, y el western espacial pronto se convirtió en sneak peek para otras series como El Libro de Boba Fett (The Book of Boba Fett) o Ahsoka, dos viejos conocidos de este universo que pedían pista desde hace rato. El extrañó desvío de la tercera temporada de Mando coincide con la falta de rumbo de una franquicia que tiene todo el potencial para triunfar y no sabe muy bien cómo hacerlo. A pesar de los nuevos anuncios de la Star Wars Celebration, la duda permanece en el aire: ¿es tan difícil contar una nueva historia dentro del lore de Star Wars sin recurrir a lo ya establecido?
Boba Fett no lo logró, tampoco la serie de Obi-Wan Kenobi. Andor triunfó por sus valores de producción, un relato bien contado y actuado, pero no hay que olvidar que esto se desprende del éxito de Rogue One: Una Historia de Star Wars (Rogue One: A Star Wars Story, 2016), precuela de La Guerra de las Galaxias (Star Wars, 1977) que tampoco pudo esquivar la nostalgia con esa escena final de Darth Vader y Leia en dudoso CGI.
En el camino quedaron prospectos muy prometedores como las trilogías de Rian Johnson (no, no va a pasar) y de David Benioff y D. B. Weiss (creadores de Game of Thrones); el Rogue Squadron de Patty Jenkins (¿se acuerdan de ese anuncio TAN simpático?); la película de Kevin Feige y la de Taika Waititi, que permanece en el limbo, perdida entre otros proyectos del director.
STAR WARS CELEBRATION EXPLOTA EN SU PRIMER DÍA
Star Wars: Un futuro que promete originalidad a medias
Los universos de Marvel y Star Wars parecen mundos opuestos. La interconectividad que guía a la Casa de las Ideas no parece funcionar tan bien dentro de la saga espacial, así como las historias “aisladas” (te estamos mirando a vos Eternals) no cuadran del todo en el MCU. ¿Es mucho pedir una historia autocontenida que no necesite de cameos para brillar? Este es el salto de fe que Star Wars necesita tomar en sus pantallas: arriesgarse a ampliar las fronteras de la galaxia, yendo mucho más adelante o hacía atrás de la línea temporal de las trilogías, solo para evitar que se nos cuele alguna figurita repetida.
Star Wars: Acólito (The Acolyte), nuevo thriller de misterio ambientado en la era de la Alta República, o Skeleton Crew prometen un tono diferente y un poco de aire fresco, así como la futura película de James Mangold (Logan), que contará la historia de los primeros Jedi que utilizaron la Fuerza como poder liberador en una época de caos y opresión. ¿El resto? Un poco más de lo mismo: Dave Filoni y una aventura cinematográfica que pretende unificar y culminar con los eventos de The Mandalorian; y una ‘secuela’ ambientada 15 años después de El Ascenso de Skywalker, protagonizada por Daisy Ridley como Rey -encargada de liderar a una nueva orden de Jedis- y la dirección de Sharmeen Obaid-Chinoy, la primera mujer dentro de la franquicia (en la pantalla grande).
Cuando pensamos en Star Wars se nos vienen a la cabeza palabras como blockbuster, éxito, epopeya, legado, evento… Algunos de estos sentimientos se perdieron en el trayecto con la sobreexplotación de la franquicia y sus personajes, con la intrusión del fandom más tóxico y un poco de pereza narrativa (digamos todo) que descuidó lo más importante: la construcción de una historia más grande que pueda seguir expandiendo nuestra imaginación, como lo hizo la película original al introducirnos en esta aventura ambientada hace mucho tiempo… en una galaxia muy, muy lejana.
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