Celebramos los 40 años de Starman: El Hombre de las Estrellas, un clásico de culto que vale la pena revisitar a pesar del tiempo.
Después de producir El Síndrome de China (The China Syndrome, 1979) para Columbia Pictures, Michael Douglas tenía ganas de continuar su colaboración con el estudio de la mano de este guion de Bruce A. Evans y Raynold Gideon; pero la llegada de Starman: El Hombre de las Estrellas (Starman, 1984) a la pantalla grande se tardaría cinco años de abandonos y reescrituras.
Tras la insistencia del productor, el estudio adquirió el manuscrito, poco antes de la aparición de esa otra historia sobre invasiones extraterrestres que estaba desarrollando Steven Spielberg. Columbia no quería dos películas similares, así que eligió entre ambas y, finalmente, dejaron partir a E.T. – El Extraterrestre (E.T. the Extra-Terrestrial, 1982) hacía las manos de la competencia por considerarla demasiado infantil.
Mientras Starman cambiaba de director –Mark Rydell abandonó el proyecto debido a diferencias creativas con Douglas– y sumaba al escritor Dean Riesner que, a pesar de haber participado de siete reescrituras y adjudicarse el cincuenta por ciento del guion nunca fue acreditado en los títulos, la película de Spielberg se convertía en suceso y el estudio decidió suspender la producción por algunos años antes de darle luz verde.
A Rydell lo sucedió Adrian Lyne, luego John Badham, Tony Scott, Peter Hyams y, finalmente, John Carpenter. El maestro del terror independiente quería sacarse el mal sabor de boca que le dejó el fracaso de taquilla de El Enigma de Otro Mundo (The Thing, 1982), y accedió a dirigir Starman porque se ajustaba al tipo de proyecto que necesitaba para “asegurar su empleabilidad en Hollywood”.
Douglas no podía estar más complacido con la elección: “John tiene un gran sentido del estilo y sabe lidiar con la acción de manera magistral. Sabía que estaba deseando dirigir una película que, esencialmente, fuera una historia de amor, una que depende exclusivamente de manejar las relaciones entre las personas y el desarrollo de sus personajes”. A pesar de un currículum cargado de historias terroríficas, Starman le dio al realizador la oportunidad de adentrarse en otros terrenos: “Por supuesto, la gente nunca vio este lado de John, y se sorprenderán al ver cómo maneja una historia de amor, una comedia, un romance conmovedor y una aventura”, agregaba el productor por aquel entonces.
Riesner removió los elementos más extraños y las fuertes implicaciones políticas del guion original a petición del director que, a pesar de la fantasía y la ciencia ficción que exuda el relato, tenía en mente una historia de amor que recordara lo mejor de los clásicos de Hollywood: “Es como todas esas historias clásicas de amantes que se cruzan, esos que no pueden estar realmente juntos, pero tienen un vínculo de amor. Realmente funciona a ese nivel, porque toca una fibra dentro de nosotros. Fue fácil para mí aprovechar eso, verdaderamente fácil. Es un desvío porque la gente no ha visto algo así de mí anteriormente”.
Para establecer la relación entre la pareja protagonista, conformada por el Starman (Jeff Bridges) y la terrícola Jenny Hayden (Karen Allen), Carpenter se inspiró en clásicos como Breve Encuentro (Brief Encounter, 1945), Los 39 Escalones (The 39 Steps, 1935) y Fuga en Cadenas (The Defiant Ones, 1958). Pero había algo más que le entusiasmaba acerca del proyecto, la posibilidad de mostrar la cara más hermosa de los Estados Unidos. “Hay un montón de películas actuales que se centran en las cosas que están mal en Norteamérica. Con Starman tuvimos la oportunidad de mostrar el lado bueno de USA… Su belleza y la belleza y el potencial de su gente”, comentaba al respecto el productor Larry J. Franco.
Carpenter explotó cada uno de sus paisajes naturales y llevó a su equipo desde Los Ángeles hasta el Meteor Mountain en Arizona, pasando por Las Vegas, Monument Valley, Tennessee, Colorado, Utah, Nueva York y Washington, D.C.
Lamentablemente, Starman: El Hombre de las Estrellas no fue el suceso que Carpenter esperaba, pero mostró que puede combinar varios géneros (ciencia ficción, road movies y romance) y salir airoso, además de emocionar con una historia que lo corrió de su zona de confort más terrorífica, cuando llegó a las salas de cine hace 40 años, el 14 de diciembre de 1984.
¿De qué se trata?
En 1977, la sonda Voyager II fue lanzada al espacio cargando un mensaje de paz que estimulaba a cualquier raza alienígena a visitar nuestro planeta. Con el tiempo es interceptada por una nave extraterrestre que acepta la invitación, pero cuyo emisario es derribado por el gobierno antes de establecer un primer contacto con los humanos. El visitante –a simple vista, una esfera de luz cargada de energía– se refugia en la casa de la joven Jenny Hayden en Wisconsin, y a partir de un manojo de cabellos, toma la apariencia clonada de Scott, el difunto marido de la chica. Tras enviar un mensaje de ayuda, y reportar que los humanos son hostiles, Starman establece un lugar de reencuentro en Arizona para volver con los suyos. Con solo tres días por delante, el alien necesita la ayuda de Jenny, quien pronto cambia su miedo y desconfianza inicial por una actitud más compasiva y amigable tras notar la naturaleza pacífica y los “milagros” que puede realizar el hombre de las estrellas.
Algunos datos curiosos
- La única película de John Carpenter que obtuvo una nominación al Oscar gracias a la actuación de Jeff Bridges.
- El cazador de la escena de la cafetería es Ted White, el Jason Voorhees de Martes 13: Capítulo Final (Friday the 13th: The Final Chapter, 1984).
- Bridges estudió el comportamiento de las aves para dotar a su personaje de movimientos casi primitivos.
- Una de las pocas películas de Carpenter donde el realizador no se ocupó de componer la banda sonora.
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