sábado, abril 12, 2025

The Handmaid’s Tale inició el camino a su final con su esperada sexta temporada, y tenemos mucho qué decir.

“Estuviste ahí todo el tiempo, pero nadie te vio”, asegura June Osborne  (Elisabeth Moss) en un momento de total ‘iluminación’ durante el tercer episodio de la segunda temporada de The Handmaid’s Tale. Nuestra heroína se refiere a Gilead, el régimen autoritario y teocrático que se apoderó de los Estados Unidos vía golpe de estado, la privó de todos sus derechos como mujer e individuo y la convirtió en una de las tantas criadas que deben someterse y acatar al patriarcado. 

El escenario es hipotético –originalmente, ambientado en un futurístico y distópico año 2005–, pero como toda obra de ficción especulativa, esconde su cuota de posibilidad (o verdad), sobre todo, cuando echamos un vistazo a cómo está el mundo por estos días.  

Margaret Atwood, autora de la premiada novela que le dio vida a la (también galardonada) serie de Hulu, concibió la historia de Offred en el año 1984, de este lado del muro, en Alemania Occidental, bajo un clima de desconfianza general y un ‘Gran Hermano’ que siempre se asomaba sobre su hombro. 

Desde entonces, la escritora canadiense no deja de sostener que cada acontecimiento, cada pequeño detalle que aparece en su relato, tiene algún tipo de correlación con eventos de la vida real, ya sean las criadas bíblicas que sirvieron a Jacobo o la apropiación de bebés durante nuestra dictadura militar. 

La sexta y última temporada de The Handmaid’s Tale ya llegó a las pantallas de Estados Unidos (acá puede verse a través de Paramount+), demostrando que la serie creada por Bruce Miller –estrenada durante la primera presidencia de Donald Trump– no pierde relevancia y sigue trascendiendo la ficción como un símbolo de lucha por los derechos de la mujer a lo largo y ancho del globo.

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Hulu

LA INSPIRACIÓN DE ATWOOD

“Hubo tres inspiraciones. Primero, el pensamiento derechista de la década del ochenta. Decían el tipo de cosas que están haciendo ahora, pero en ese momento no tenían el poder suficiente. Si Estados Unidos se convirtiera en un estado totalitario, ¿cómo sería ese estado? ¿Cuáles serían sus objetivos? ¿Qué clase de excusa usarían para sus atrocidades? 

Porque todos tienen una excusa. Indudablemente, habría sido algún tipo de ideología religiosa, como ahora. Podés usar cualquier religión como excusa para ser represivo, y podés usar cualquier religión como excusa para resistir la represión; funciona en ambos sentidos, como lo hace en el libro”, asegura Atwood, sin demonizar a las religiones, mientras destaca el ‘idealismo utópico’ presente en regímenes del siglo XX como Camboya y Rumania. 

Sumemos el puritanismo del siglo XVII y la teocracia que establecieron en los estados de Nueva Inglaterra, como Massachusetts (escenario de la novela), que se destila hasta en la vestimenta de las criadas; así como su avidez por la ficción especulativa y la ciencia ficción de las décadas del treinta, cuarenta y cincuenta: 

“La mayoría de lo que había leído [hasta entonces] había sido escrito por hombres y tenían protagonistas masculinos. Quería cambiar eso y ver cómo se vería si se lo contara desde el punto de vista de una narradora”.

Pasaron casi cuarenta años desde la publicación de la novela, el muro se vino abajo, algunos totalitarismos también, pero ciertas cosas no cambian. El timing de The Handmaid’s Tale –desde su estreno en abril de 2017 y el contexto de 2025– es más que oportuno; un símbolo que no conoce fronteras y hermana a mujeres (y minorías) bajo un mismo lema: “Nolite te bastardes carborundorum”.

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ENMARCADA EN LA FICCIÓN ESPECULATIVA 

Al momento de escribir su obra más destacada, Atwood no podía ver el futuro ni tenía dones de hechicera, aunque le dedicó la novela a su antepasado, Mary Webster, quien fue acusada de brujería y sobrevivió al ahorcamiento. No, la autora solo utilizó su sentido común y su talento narrativo para ‘revisionar’ la historia, a sabiendas de que las atrocidades que acontecen en El Cuento de la Criada ya ocurrieron y pueden volver a repetirse. Están ahí, latentes como Gilead, y somos nosotros los que tenemos que percibir las señales a tiempo.  

La novelista prefiere correrse del simple mote de ciencia ficción (o ficción científica) y enmarcar su obra en la ficción especulativa, “una visión satírica y reflexiva de varias tendencias sociales, políticas y religiosas de los años ochenta en los Estados Unidos”. Algo que nunca falla: cuando las libertades personales y los derechos fundamentales se ponen en juego, la ficción especulativa, y las distopías en particular, adquieren una popularidad inusitada y una nueva mirada que las ‘resignifica’ a partir de estos tiempos turbulentos.

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Como muchas series exitosas, quizás, The Handmaid’s Tale se extendió más de lo que debería. Pasaron casi tres años desde el estreno de la quinta temporada, pero la historia finalmente llega a su fin… y el desenlace promete ser un tanto explosivo. 

Esta última entrega de 10 episodios retoma la trama donde nos quedamos, con June y Serena (Yvonne Strahovski) a bordo de un tren de refugiados rumbo a Alaska o Hawái; no importa, mientras sea cualquier lugar alejado de Toronto o Boston. Según la sinopsis oficial: 

“El espíritu inquebrantable y la determinación de June la impulsan de nuevo a la lucha para derrotar a Gilead”, una tarea que no parece nada fácil en los papeles, pero sabemos que la ex criada tiene sus aliados dentro del sistema, pero también unos cuantos enemigos.

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Jefa de redacción. Nolaniana incurable. DC me da y me quita.