No sabemos quién inventó el dicho «las segundas partes siempre son mejores», pero sí sabemos que se equivocó muchísimo con una cantidad enorme de franquicias. Por suerte, la gente de Ubisoft le hace honor a esa frase y nos trae una secuela más que digna con The Division 2.
La secuela cambia de ciudad y nos lleva a una Washington D.C. virtual que, aseguran aquellos que conocen el lugar, está hecha con lujo de detalles. La historia continúa donde dejamos con la primera parte, lo que contribuye a este sentimiento que tendremos durante todo el juego en el que parece que todo lo que probamos antes, mejoró.
Desde los primeros minutos de juego ya estamos enfrentando a enemigos y buscando refugio en diferentes tipos de coberturas. Todo es intuitivo, todo responde a la perfección y los enemigos absorben tanto daño como nosotros, lo que nos da la idea de que con habilidad y las herramientas correctas, podremos superar cualquier desafío.
Y es en las primeras horas de juego que también descubrimos dos elementos fundamentales que hacen a The Division 2 un muy buen juego: el loot y el manejo de las armas (o gunplay). Primero, vamos a descubrir que en cualquier lado puede haber algo por recolectar. Ya sean objetos perdidos por ahí o recompensas por realizar una misión, todo nos sirve para algo y evita que entremos en un círculo vicioso donde hacer misiones no nos sirve para progresar.
Por otro lado, los principales aspectos del gameplay están muy bien hechos. El sistema de cobertura está perfeccionado para tener los mejores tiroteos que podamos y cada arma se siente única, lo que hace que cada jugador juegue de maneras muy diferentes según sus preferencias a la hora de combatir.
También es cierto que la historia está en un segundo plano muy alejado que no le importa a nadie. Nos hacen hablar con personajes y otras cuestiones para avanzar la trama, pero si no le prestamos atención y continuamos avanzando, nuestra experiencia va a ser la misma. Es por eso que The Division 2 podría sentirse como una sucesión constante de tiroteos, si no fuera por algunas pequeñas innovaciones.
El mapa de Washington D.C. vuelve a estar dividido en zonas marcadas con el nivel que necesitamos para no pasarla extremadamente mal. Tenemos asentamientos y bases de operaciones que recuperar de los villanos y para hacerlo tenemos misiones de distintas naturalezas, lo que le suma variedad a la experiencia completa.
Los Jefes del juego y las Dark Zones deberían ser lo más atractivo de The Division 2, pero se quedan bastante cortos. Los Jefes, por ser prácticamente todos iguales, sólo que más difíciles, y las Dark Zones por no ofrecer mucha novedad respecto de lo que ya conocemos y todo lo que tiene para darnos el resto del juego.
Así y todo, el título propone una experiencia que se vuelve adictiva porque el sistema de recompensas funciona bien, cosa que no podemos decir tan seguido como nos gustaría. Parece mentira, pero lo que hace bien The Division es salir a la venta como un juego completo con mucho contenido para ofrecer y cosas que fueron testeadas antes de lanzarse. Debería ser la norma, pero parece ser la excepción cuando hablamos de shooters.
Algo que pasa sin mucha importancia es el sistema de habilidades. Podremos desbloquear diferentes herramientas para usar durante los combates, como drones y bombas de pulso, entre otras. Sin embargo, los tiempos de recarga y los costos para mejorarlas están un poco desbalanceados y las terminaremos usando muy poco, confiando casi completamente en nuestras armas.
En resumen, The Division 2 es ideal para aquellos que exprimieron el primero o buscan una experiencia completa en un shooter. Hay mucho contenido por explorar incluso después de terminar la historia y la posibilidad de compartir tu aventura con alguien más, como siempre, hace todo todavía mejor.
El timing para el lanzamiento del juego no es el mejor. El mismo día en el que se produjo la masacre de Nueva Zelanda, salía a la venta un juego de acción que se centra en disparar, disparar y disparar. Sabemos que ambas cosas están lejos de ser causa y efecto, pero toda la situación nos invita a hacer un poco de reflexión y, luego de décadas enteras de juegos que nos hacen matar por matar, podemos empezar a exigir un poco más.